Yin Yoga en torno a la meditación (y más)
Cada cierto tiempo ‘se inventa’ un nuevo estilo. A quienes huyen de las modas, les diremos que se acerquen al Yin Yoga porque verdaderamente es un regalo
“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne
Experiencias
Nadie pone en duda que la convivencia con animales de compañía puede ser muy positiva e incluso, en determinados casos, estimulante, pero las últimas investigaciones sobre la conducta de las personas y su interacción con animales alcanzan estadios realmente profundos. ¿Puede ser más eficaz la tranquilidad que nos trasmite una mascota, un perro por ejemplo, que una pastilla de ansiolíticos? Los últimos avances sugieren que sí: la actitud de los animales no sólo nos puede calmar sino que con su compañía cotidiana nos ayudan a expresar nuestras emociones, mejorar la autoestima y desarrollar habilidades.
El uso de mascotas como ayuda en terapias se inició en Europa formalmente a finales del S. XVIII para tratar a enfermos mentales y más tarde a epilépticos, pero ha sido después de la Segunda Guerra Mundial cuando su uso se ha extendido. En EEUU distintas asociaciones ofrecen ayuda de todo tipo con animales, en especial perros, como la asociación Hope o con caballos, como Eagala con más de 40.000 personas atendidas en 2014.
Aunque parezca mentira, a menudo nos resulta más sencillo abrir nuestro corazón a nuestro perro que al psicólogo. La respuesta tiene mucho que ver con el tipo de energía que interacciona. Las relaciones humanas se establecen en su mayoría a través de complejos procesos mentales que generan un caudal infinito de emociones, a menudo incontrolables. Si en los últimos años la estresada sociedad occidental se ha lanzado a practicar el yoga y la meditación para frenar su desbocada actividad emocional – a través de ejercicios de respiración y posturas en las que se busca un estado más neutral y equilibrado – otros investigadores e instituciones han profundizado en las terapias con los animales con resultados igualmente satisfactorios.
No se trata – o no sólo – de reducir la presión arterial alta y los niveles de colesterol y triglicéridos. El contacto cotidiano con un animal puede ayudarnos en la difícil tarea de domesticar nuestro sistema nervioso. Sin duda, la compañía de un animal doméstico, su fidelidad, tranquilidad y cariño nos ayuda a reducir el estrés y la desconfianza para dar rienda suelta al afecto, superar miedos y canalizar afectos. Una herramienta de gran utilidad en los hospitales como el hospital maternoinfantil de Barcelona Sant Joan de Déu, el primer centro hospitalario de España que en 2011 comenzó a utilizar perros para el tratamiento de niños con problemas de salud mental, creando una unidad funcional de intervenciones asistidas con perros. El resultado es una mezcla de prevención, desahogo, relajación y toma de conciencia… siempre que nuestra mascota esté en sus cabales y no necesitemos recurrir a un encantador de perros.
Pero son sus increíbles y agudos sentidos del oído y del olfato lo que les permite detectar cualquier cambio emocional en los humanos, de manera que pueden incluso prevenir sus reacciones. Su capacidad de percepción instintiva es de tal magnitud que recientemente se ha descubierto que pueden detectar enfermedades como el cáncer y otros cambios químicos en nuestro organismo.
Acción, reacción
Todos conocemos a personas con auténticas limitaciones sociales capaces de comunicar y suavizar asperezas acariciando a su gato. Pero ningún animal tolerará sin reaccionar los maltratos que a menudo se toleran entre sí muchos humanos. Acción, reacción. Los animales no se ponen a pensar por qué estamos gritando y si deberían hacer esto o lo otro. Tratar mal a un animal significa una respuesta suya inmediata que nos devuelve como un espejo la imagen de lo que estamos haciendo. Puede que nos copie y ataque, o se asuste y huya, un tipo de interacción que nos ayuda a darnos cuenta de cómo nos sobrepasamos.
Las terapias asistidas con animales (TAA) forman ya parte de los diplomas de las facultades veterinarias de España, como la de la UCM, y son muchas las escuelas y asociaciones que forman y ofrecen servicios en esta actividad. La Fundación Affinity cuenta por ejemplo con programas de terapia y educación asistida por animales de compañía para mejorar la calidad de vida de personas mayores, internos en centros penitenciarios y personas con discapacidad. En el caso de las cárceles, esta fundación colabora con el Ministerio del Interior en programas de tratamiento destinados a internos con problemas de afectividad y autoestima.
Dentro de este tipo de trabajos se encuentra la terapia asistida con caballos (TAC) que se utiliza en la rehabilitación de adolescentes y personas con depresión o traumas emocionales a través de su relación con los caballos. Una técnica que incluye un temario sobre el que en España ya hay incluso estudios especializados como el master de Equinoterapia de la Universidad de Girona con un temario que incluye parahipoterapia, equitación terapéutica, equinoterapia social, horse coaching, psicoterapia asistida con caballos, aprendizaje asistido con caballos, etc. En la página web de la Comunidad de Madrid figuran ocho fundaciones, asociaciones o clubs que imparten terapias con caballos.
Muy sorprendente también es la delfinoterapia: las frecuencias ultrasónicas de los delfines estimulan al sistema nervioso central del paciente facilitando un estado de paz y relajación similar a una meditación. Inteligentes y sensibles, los delfines tienen una gran empatía con los niños, y se ha comprobado que el trabajo con ellos mejora la calidad de vida los niños que padecen complicados problemas de salud, en especial enfermedades crónicas y de orden psicológico.
Pero destacar la capacidad de los animales para ayudarnos a superar situaciones traumáticas, desastres o pérdidas dolorosas no significa tratarlos como a personas. En 2013 la población de Seattle sorprendió al mundo revelando que tenían más perros y gatos que niños. El dato posiblemente se haya extendido a más poblaciones… ¿será que les queremos más que a nosotros mismos?