Maison Glacée y la bamba de nata
Ricardo Vélez, conocido como el Chef del cacao, domina muchos otros ingredientes que convierte en delicada dulzura en su nuevo espacio.
Menu abrir sidebar“Creo que moriré de poesía”.Nicanor Parra
Bares y lugares
Cada vez que se acerca el verano no puedo dejar de lado el recuerdo de aquellos agostos de sol, playa, sopas de letras y libros. Aquellos agostos en los que la única preocupación que tenía era que el castillo de arena se mantuviera en pie, y el único dilema vacacional residía en escoger el sabor de un helado. Agostos de sur, mar y cucuruchos de fritura. Agostos a los que me llevó de nuevo el Chiringuito de El Señor Martín.
Entré en este nuevo espacio de Madrid al son de Encarnita Polo y ya supe que la comida iba a ser divertida. Me paré a entretener la vista entre erizos, navajas y otras bondades del mar y entonces supe que la mesa, además de divertida, sería de calidad. Tampoco era algo que dudara porque la trayectoria del Señor Martín arroja garantías sobre cualquier proyecto. Nació como pescadería gourmet y, tras una aventura por mercados tradicionales, actualmente la marca cuenta con un espacio en el Mercado de San Miguel, un food truck y este nuevo chiringuito. Conceptos diferentes unidos por el amor al mar, la ganas de seguir contando muchas más historias, de desarrollar proyectos, de apostar por la sostenibilidad y por la calidad en la oferta gastronómica.
Pero no salgamos del chiringuito, que se está muy bien. Tuve la oportunidad de recorrer la carta con un almuerzo en diferentes actos que arrancó con un fresquito gazpacho con langostino. Continuó con langostinos de Sanlúcar a la parrilla, chipirón del Mediterráneo y un carabinero XXL ante el que solo quedó rendirse. Todo sabrosísimo.
Hora de frituras, cucuruchos y recuerdos de la mano de unos jugosos boquerones al limón, colas de langostino y calamar del Mediterráneo. La fritura, ligera y nada grasa, se ha conseguido a base de dar buena cuenta de frituras por toda la costa, de probar y probar con diferentes harinas o aceites. Finalmente, una mezcla de arbequina, picual y hojiblanca –que se cambia una o dos veces al día, dependiendo del volumen- y una harina de trigo duro con una pequeña proporción de harina de garbanzo ha sido la fórmula elegida.
Ojo con las regañás, que por supuesto no podían faltar, con la tarta de limón casera con merengue y la selección de vinos, en la que hay apuestas por pequeñas grandes historias como la de El Jardín de Lucía (D.O. Rías Baixas). También espumosos, manzanilla, vermut o cerveza.
El espacio es informal y cuidado, abierto a la calle, con cocina vista. El horario, desde el mollete del desayuno hasta la primera copa, y las ganas de agradar, muchas. El producto muy bueno y la cocina apenas invasiva. No hace falta más cuando el mar te regala sabores tan puros y limpios. Yo ya estoy pensando en un vermut marinero entre percebes… Pido la vez.