Isabel Coixet nos invita a entrar en ‘La librería’
La directora catalana más internacional nos trae una sensible y limpia adaptación de ‘La librería’, exitosa novela de Penelope Fitzgerald.
“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne
Estreno
La imagen perdida, el documental autobiográfico del cineasta camboyano Rithy Panh sobre su infancia durante el régimen de los Jemeres Rojos, comienza con una secuencia en la que aparecen viejos rollos de película irreparablemente deteriorados. Es una explicación tan temprana como manifiesta del título del documental. La reconstrucción del pasado camboyano mediante la imagen resulta prácticamente imposible porque la mayoría de las películas y de las fotografías anteriores al régimen comunista fueron destruidas y porque los testimonios gráficos posteriores a 1975, fecha en la que los Jemeres tomaron Phnom Penh, fueron simples instrumentos de propaganda política.
El propósito de este documental es la búsqueda de esas imágenes pérdidas como única posibilidad de catarsis individual y colectiva. Panh tampoco se entretiene demasiado a la hora de desvelar la original forma de recuperar esas escenas del pasado, ya que inmediatamente después de presentar las cintas de celuloide destruidas, la cámara nos muestra a un grupo de artistas tallando y modelando pequeñas figuras de arcilla, improbables protagonistas de esta crónica de la barbarie. En efecto, la idea central de la película es reconstruir la humilde felicidad doméstica anterior a 1975 y las atrocidades cometidas por el régimen tras la toma de poder de Pol Pot mediante escenas casi estáticas interpretadas por las estatuillas. Estas escenas de reconstrucción se intercalan con imágenes reales rodadas por el régimen, abyecto vestigio de la historia oficial inventada por Pol Pot.
Una de las secuencias más turbadoras de La imagen perdida resulta de la superposición de estas dos formas de reconstitución del pasado: un grupo de figuras de barro contempla la proyección de metraje real del régimen comunista camboyano. Es un momento fascinante que resume la dialéctica en torno a la cual Panh vertebra toda su película y que, a la vez, confirma el poder del cine para tergiversar o recomponer la realidad dependiendo de la voluntad y la intención del que utiliza la imagen. El hecho de que la historia oficial proyectada en la pantalla en miniatura resulte grotesca e inverosímil frente a la dignidad inerte de las figuritas de Panh es buena prueba del acierto del cineasta camboyano en su curioso planteamiento. La imagen perdida es una película inequívocamente personal y, consecuentemente, su eficacia como crónica del genocidio camboyano, en el que dos millones de personas fueron exterminadas, dependerá de la capacidad individual de cada espectador de aceptar a unos muñecos de arcilla como personajes y víctimas de esta ignominia histórica.
Resulta difícil no establecer comparaciones entre la película de Panh y otro documental casi contemporáneo a éste, The Act of Killing, del cineasta estadounidense Joshua Oppenheimer, en el que los autores de las matanzas anticomunistas cometidas en Indonesia durante 1965 y 1966 reconstruyen sus propios crímenes delante de las cámaras. La aplastante efectividad de la película de Oppenheimer se explica por la casi inconcebible premisa en la que se sustenta, pero La imagen perdida me parece un empeño más íntimo y honesto en recuperar una parte de la memoria colectiva robada a golpe de mentira y destrucción.
Más sobre cine en: Cine al desnudo, blog de Alberto Ramos-Lorente.
Muchas gracias por la excelente reseña. Vi anoche la película y estoy de acuerdo con lo que decís. Me apunto vuestra dirección. PD: El vínculo que hay a la página del autor no funciona.