Isabel Coixet nos invita a entrar en ‘La librería’
La directora catalana más internacional nos trae una sensible y limpia adaptación de ‘La librería’, exitosa novela de Penelope Fitzgerald.
Menu abrir sidebar“El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. Friedrich Nietzsche
Estreno
Casi me timan.
Justo al agacharme para ajustarme las lengüetas enfrente de Casa González quesos y fiambres minutos después de ver la película, me invadió la certeza de que este director, David O. Russell, es bastante timo. Hasta ese momento revelador con la vista fija por unos segundos en los pegotes de la acera, pensaba que era un señor a tener en cuenta. Esto ya me ha pasado con Von Trier, con Haneke y con algunos más que la megafonía idolatra y que a mí me torran. Si estáis conmigo, seguidme.
En la primera escena de La gran estafa americana se presenta un tipo asqueroso que se está apañando sus cuatro pelos sobre el cartón frente al espejo en la habitación de un hotel. Es Christian Bale, que como todo tiene que vivirlo tanto engordó veinte kilos a posta para meterse bien a fondo en el rol de seboso. A mí esta presentación del asunto me parece que ya resume todo lo que viene después, que te engrasa y te envuelve con ropajes y simulacros, pero que te lleva a trompicones.
Se ha comparado ‘La gran estafa americana’ con ‘El lobo de Wall Street‘, y no tienen nada que ver. Más quisiera O. Russell pillar ese flow de Scorsese para desmadrar una escena con esa ofensiva naturalidad, para mostrarnos los sueños y fracasos de un tipo con tres palmadas. Ahí se pesca al pretencioso.
La gran estafa no es un timo, se ve con gusto, pero tiene trampa. Es como cuando a uno le vende la moto un jeta con posturas y te enreda y le sigues el rollo para ver cómo maneja la cosa. La historia de la peli, la trama del montaje de una pareja de amantes estafadores para engañar a un agente del FBI y sacarle unos millones de dólares, no tenía mala pinta, pero te acaba dando lo mismo. En un momento dado parece que no sabes si ya le han timado o no, y empiezan a colarse bailes como de escenas de deshecho que quedan cachondas pero no vienen al caso. Esto debe ser el punto de humor surrealista al que se refieren los que están a favor. Y luego de pronto la cámara se ralentiza como para darse ínfulas.
Quien no cae en la madeja de fuegos de artificio de O. Russell (sigo sin entender lo de El lado bueno de las cosas, que para mí es un tostón) se entretiene con el escote ombliguero de Amy Adams, que lo borda en su papel de tía perra dulzona, luego va al morro verdulero de Jennifer Lawrence y acaba preguntándose cómo se maneja en la cocina Jeremy Renner con ese tupé descomunal. A Bradley Cooper no le pillo la gracia, chico.
Pues yo te sigo, Von Trier y Haneke son un tostón.
A mí siempre me dejan mal cuerpo.
¡Totalmente de acuerdo sobre el misterioso éxito de “El lado bueno de las cosas”! Eso sí: defensora a ultranza del valor de Von Trier y de Haneke como cineastas :))
Sí que me gustó “El lado bueno de las cosas”.
Algo diferente. Historia que conecta y buenas interpretaciones.
Eso sí: detestador a ultranza de Trier y Haneke. Salvo por Funny Games de Haneke. Trier ni verlo, qué tostón, qué infumable. ;-)