Después de la tormenta, aguardando la salvación
“La Franciade” de Philippe Goislard es una obra escrita en francés guiada por la religión y el patriotismo.
“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne
L de Libros
Lo afirman incluso los libreros. Vivimos saturados de novedades editoriales, se publican más libros que nunca. Y nosotros, como cualquier otra mercancía de nuestro tiempo, los acumulamos. En apenas unos minutos, ahogamos la emoción primigenia al comprarlos. Sí, esas ganas que rozan el ansia por abrirlos, disfrutarlos, arrugarlos. Las ahogamos y pasamos a la siguiente compra, al título más actual, al último premio. Ha llegado el momento de leer con calma. Y éstas son algunas recomendaciones:
Vida en el jardín, Penelope Lively. Impedimenta se encuentra entre nuestras editoriales favoritas. Por lo bonito, por lo interesante y por las ganas que le ponen a cada título. Ahora, que no podemos salir, y que la mayoría reside en pequeños pisos, por supuesto, sin jardines, este volumen supone un soplo de aire fresco. Verdaderamente esta joyita permite casi oler los jardines que han determinado la vida de la autora.
Desde el gran jardín de la casa en la que se crió, en El Cairo, hasta el que tenía su abuela en los inclinados campos de Somerset, pasando por la exuberante floresta de El paraíso perdido de Milton y los coloridos laberintos de Alicia en el País de las Maravillas, así como los jardines de escritores como Virginia Woolf, Elizabeth Bowen o Philip Larkin.
Quizá ahora, estando, como decimos, en casa, valoremos más que nunca el campo, la naturaleza, el aroma de los ciruelos en flor, ese narciso que florece y esas amapolas que pronto teñirán de rojo los campos. Ella, la naturaleza, continúa encontrando rendijas por las que existir pese al daño que le estamos infringiendo.
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Tatiana Tibeleac. Volvemos a Impedimenta, responsable de uno de esos títulos bonitos por cada palabra que contiene y precioso por su capacidad de conmover. Quizá no sea apto para aquellos que huyen, evitan o no soportan la dureza, tal y como es, pero es un libro altamente recomendable. Porque no mirar a la muerte no evitará que suceda. Porque ésta, precisamente, es la otra cara de la vida. Y porque perder a una madre, viéndola sufrir, es una experiencia que deja una huella imborrable. Éste es un libro maravilloso. E imprescindible.
Tristana, Benito Pérez Galdós. Llámese la editorial Cátedra o Alianza Editorial, siempre nos quedarán los clásicos. No deberíamos esperar a que en un año se conmemore el centenario u otra fecha, a los clásicos siempre, siempre deberíamos volver. Pero quedémonos con algo bueno, quizá en este 2020 hayamos encontrado la excusa para recordar que ya nadie escribe como Pérez Galdós. Esta novelita, breve, nos invita a caminar por Madrid, por ese Chamberí que algunos habitamos, y a reconocer que este señor tenía unas ideas que ojalá defendieran y llevaran a cabo muchas personas de nuestro tiempo.
Ordesa, Manuel Vilas. Alfaguara. Recuperamos este libro, que tanto, tantísimo nos conmovió, para decir que su ‘prolongación’, Alegría, galardonado como el finalista del Premio Planeta, es una auténtica tomadura de pelo. El señor Vilas ha perdido puntos, pero su libro de portada amarilla merece todo nuestro respeto.
Porque nos hace volver la mirada a quiénes fuimos y a ese lugar del que todos venimos. Llámese Barbastro o llámense padres y hermanos. Nos emocionó Ordesa y no queríamos que terminara, y por ello, lo recomendamos una y otra vez. Y así seguiremos haciéndolo. Soñemos desde casa, a través de su lectura, con el bello paseo que supone ascender a Monte Perdido, en Aragón. Volveremos.