El hotel de Estrasburgo que no solo aman los parlamentarios
El Sofitel Grande Île, enclavado en el centro de la ciudad gala, fue el primero que la cadena de lujo abriera en el mundo.
“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne
Hoteles
Adriana Hidalgo Editora publicaba hace unos meses un interesante libro, bajo el título Vidas de hotel. Una antología de relatos de autores internacionales, que ha nacido partiendo de la idea de otro escritor, el argentino Eduardo Berti, quien se ha ocupado de la selección de los textos, del prólogo y de las notas que acompañan a cada uno de los relatos. La voluminosa obra, de 352 páginas, se abre con una ingeniosa cita de Ernest Hemingway, quien prácticamente vivió gran parte de su existencia en el bar del Ritz parisino, que hoy lleva su nombre: “Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro” (en carta de 1939). Las habitaciones de los hoteles o ese “símbolo de libertad”, como lo eran para uno de los personajes de Somerset Maugham, han inspirado, e inspiran, a muchas plumas a la hora de ubicar sus historias o algunos de los pasajes de estas.
Reconozco que ha sido uno de mis libros del verano, y uno de mis preferidos. No solo por mis años recorriendo establecimientos, en busca de la excelencia, la originalidad, lo diferente, pero ante todo la calidad, por mi labor de periodista, así como miembro del jurado de los Premios Villégiature, sino porque gracias a la amplia variedad de autores, desde Maupassant a Piglia, pasando por Joyce, Allais, James o Macedonio Fernández, uno se adentra además en la manera de relatar de cada uno de ellos, en su estilo. Es cierto que, como señala Berti en la introducción, “cada escritor, no es exagerado pensar, hace de su hotel un emblema personal”, y es verdad eso de que “no hay dos visiones iguales de lo que encarna un hotel porque no hay dos formas iguales de viajar”.
Gracias a Eduardo Berti nos enteramos de que hotel más antiguo de España está en Madrid, se inauguró en 1610 y tiene por nombre La Posada del Peine. El de Francia, en Provins, La Croix d’Or, y data nada menos que de 1270. Acabará su introducción con la frase de Albert Cossery, que residiría durante décadas en el Louisiane de París: “La vida de hotel es la única que se presta de verdad a las fantasías del hombre”.
Hay espacio en Vidas de hotel para la risa, y hasta la inquietud, como cuando leemos aquella frase de Bryce Echenique: “no bien se marchaba el botones que nos había subido el paupérrimo equipaje, corríamos a ver el precio de la habitación, colgado ahí en la puerta del cuarto. ¿Podíamos o no podíamos pagar?”. También nos permite acompañar en la lectura a personajes rematadamente escrupulosos, como el de Maupassant en el relato “Viaje de salud”, quien se preguntará: “¿Cuántos enfermos y de qué índole, habían dormido en esos colchones, debajo de esas mantas, encima de esas almohadas, dejando en las lanas, en las plumas, en las telas, miles de gérmenes imperceptibles, procedentes de su piel, de su aliento, de su fiebre?”
Ingenioso, y mucho, “El tumultoscopio” de Alphonse Allais, donde su protagonista, “en ocasiones, pedía prestado un dinero que olvidaba devolver” y se da unas vacaciones gratis en la Costa Azul con su truco del tumultoscopio; mientras en el de M.R. James, su personaje se dará cuenta de “la ausencia del número 13 en el inventario de habitaciones”. Asustaba que en las paredes del Breathitt de Atlanta “hay grietas donde podría caber un gato” (“Los otros huéspedes”, de Ambrose Bierce); mientras Jean Lorrain nos recomienda en su relato “el truco de alquilar una habitación de hotel bajo un nombre falso”.
Muy apropiado el apartado de grandes plumas y seis grandes hoteles: cuatro de Europa (Savoy de Londres, Ritz y Lutétia de París, y Roma de Turín) y dos de los USA, concretamente de Nueva York, el Chelsea y el Algonquin. Y antes de este, una escasa selección de cuentos de alrededor de 201 palabras, que formaron parte de la compilación 201 (editorial Altazor, 2014), donde encontramos autores como Fernando Iwasaki, Clara Obligado, Julia Otxoa, José María Merino… y el propio Berti. Y porque no se trata de hacer un análisis exhaustivo de Vidas de hotel, sino de incitar a que lo lean, aquí lo dejamos.