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“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne


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Con Elsa Punset

Se ríe mucho, te toca, abre las manos y muestra las palmas… En la distancia corta Elsa Punset gana aún más.

Posee una mezcla curiosa entre la escucha sosegada y la conversación apasionada porque contagia el amor por lo que hace, lo que vive, lo que estudia. Escritora y divulgadora, Elsa Punset cursó Filosofía y Música y varios posgrados en Periodismo, Humanidades y Educación. Madre de dos niñas preciosas vive contagiada de esa alegría atrevida y desinhibida que da tener energia infantil cerca. ¿O tal vez sea la inversa?

Después de estar varios meses encerrada escribiendo hoy, 18 de marzo, llega a las librerías el fruto de su trabajo: “El mundo en tus manos” (Destino). Un libro para bucear en las profundides de nuestros estilos relacionales, sacar a la superficie los restos de viejos naufragios y encontrar los tesoros ocultos que hay bajo la arena. Si estás lo suficientemente insatisfecho con tu relación con el mundo como para actuar y tienes ganas y tiempo para experimentar contigo mismo, éste es tu libro.

Elsa, me han sorprendido muchas de las conclusiones que recoges en el libro. Por ejemplo, eso de que tener amigos con exceso de peso haga que yo tenga más tendencia a engordar…
(Se ríe) Es solo un ejemplo que muestra hasta qué punto los demás tienen un impacto increíble sobre nuestras vidas, sobre cómo nos comportamos. Para comprobarlo, sugiero que hagas una lista con las cinco personas con las que más tiempo pasas ahora mismo.

Espera… ¡Hecho!
Pues la suma de estas cinco personas representa un cierto techo de cristal en tu vida, porque va a ser difícil que seas mucho más optimista, creativa y determinada que lo que la suma de tu grupo íntimo te trasmite.

Vaya…
En este sentido, es importante que tengas al menos algunos referentes claros en tu vida diaria de personas que te inspiran y te recuerdan adonde quieres llegar.

Además leyéndote he descubierto que cuando me miro en el espejo me veo más guapa e inteligente de lo que en realidad soy y que me siento más inmune a la enfermedad y la muerte que la mayoría. ¿Me ayudaría a ser más feliz ser consciente de ello?
No, al contrario. El sesgo optimista es un reflejo innato y necesario porque nos ayuda a salir al mundo y actuar con valentía y alegría, a pesar de nuestras limitaciones, si es que las tenemos. De todas formas, aunque no seas ni tan guapa ni tan inmortal, seguro que tienes otras cualidades muy especiales de las que ni siquiera eres consciente, así que una cosa por otra.

¡Buff! Pues entre esto que me dices ahora y el hecho de que cada vez tengamos menos amigos y confidentes..
Los datos apuntan a que también en España, a pesar de nuestras tradiciones familiares tan arraigadas, los hogares unipersonales han subido espectacularmente en las dos últimas décadas. Claro que vivir solo puede ser una decisión voluntaria, pero siempre entraña retos y necesidades específicas que no podemos ignorar.

Porque la soledad no elegida…
El peso de la soledad mal llevada se refleja en problemas de salud mental y física. Uno de los primeros ejemplos que están documentados en este sentido fue lo que ocurrió en Estados Unidos en los años 80, durante el estallido de la epidemia de sida. Se comprobó entonces que los homosexuales infectados que no habían ‘salido del armario’, es decir los que tenían más miedo al rechazo de los demás, morían entre dos y tres años antes que los demás enfermos de sida. Su ansiedad y miedo al rechazo empeoraba su salud física. ¡La soledad afecta no solo nuestra salud mental, sino también física!

¡Uauh!
¡Tenemos que afrontar esto entre todos!…  No puede ser que tantas personas, a pesar de vivir en un mundo superpoblado, sientan que no le importan a nadie.

Pues si, como dices, la soledad causa tantas muertes como el tabaco habría que actuar ya ¿no?
Desde luego, podríamos llevar a cabo cambios sencillos y eficaces en muchos frentes (sugiero algunos en mi libro), pero si tengo que elegir uno, sin duda me centraría en la educación… Tener maestros y currículos que tengan en cuenta las competencias y las necesidades emocionales y sociales de los niños transforma la vida de las personas.

Pero ¿por qué no utilizamos los recursos y el tiempo empleados en nuestros sistemas educativos para prevenir?
Desperdiciamos capital humano. Sabemos que nacemos con una enorme capacidad para la creatividad y la alegría. ¿Por qué entonces caen en picado a lo largo de la vida adulta? No hacemos casi nada para impedir ese desperdicio de capital humano. Existe la creencia de que las políticas preventivas no son políticamente rentables, pero ¿cómo lo sabemos? Nunca las hemos aplicado de forma sistemática. Siempre andamos detrás de la ganancia fácil y poniendo parches en los estragos que esa forma de vivir nos causa, como la tasa alarmante de depresión que se está contagiando a personas jóvenes como nunca antes.

¿Entonces?
Afortunadamente, bastará con que los ciudadanos lo exijan para que se tenga en cuenta la huella de la infelicidad que implican tantas políticas educativas, laborales, medio ambientales, económicas, urbanísticas o sanitarias actuales…

En eso estamos algunos, pero cambiando de tema, me ha sorprendido también una conclusión de la que te haces eco sobre los diferentes estilos de relación que tenemos los seres humanos. ¿De verdad una persona puede cambiar su tipo de apego al exponerse durante unos años a otro tipo de relación y ‘aprender’ de él? ¡Es impresionante!
¿Por qué te sorprende? Por activa o por pasiva, ¡todo lo aprendemos de las personas que nos rodean! No hace falta que nos aleccionen, basta con verlas vivir. Aprendemos imitando…

El modelado…
Por eso en general acabamos hablando, pensando, educando y relacionándonos como nuestros padres. John Bowlby explicó magníficamente hace unas décadas las formas básicas que tenemos de relacionarnos con los demás: segura o insegura. ¿Cuál es la tuya? Hay un test que tardarás minutos en hacer en el capítulo 1 que te lo indicará. ¿Quieres mejorarla? Tienes dos opciones: si tienes la suerte de tener un compañero que tiene una forma de relacionarse más sólida que la tuya, simplemente por estar a su lado podrás aprender inconscientemente formas de conectar con los demás más saludables.

Me recuerda a aquello de que dos que duermen en el mismo colchón…
(Se ríe) Pero si no tienes un compañero así, todo no está perdido, ni mucho menos… Si logras comprender por qué haces las cosas, entonces las podrás transformar conscientemente. Aquí contamos con un aliado al que no estamos sacando suficiente partido todavía: un cerebro moldeable que está hecho para aprender y desaprender. Te reto a que pruebes algunos de los entrenamientos que te sugiero a lo largo de todo este libro: te sorprenderá que tu cerebro esté tan dispuesto a cambiar de opinión y a mejorar.

No hace falta que me retes, ya he empezado…
(Risas)  

Hay otra cosa que no quiero que se me olvide. Me ha resultado muy inquietante la parte en la que reflejas lo vulnerables que somos moralmente, pero aún así ¿yo podría educar a mi hija para que ascienda naturalmente en su desarrollo moral según vaya cumpliendo años?
¡Claro que sí! Tu sentido moral cambia en función de tu desarrollo personal y cognitivo. ¡Puedes entrenarlo! Comprueba tu grado de desarrollo moral en el capítulo 3 y entrénate. Tu hija seguirá tus pasos. ¡Le encantará comprender el mundo desde dentro, poder tomar decisiones conscientes!

Pero es que todo esto que cuentas suena tan nuevo…
Este es un reto al que todavía no estamos acostumbrados porque, hasta hace poco, vivíamos en una sociedad donde la religión daba respuestas contundentes a nuestras preguntas vitales: de dónde venimos, a dónde vamos, qué hago con el dolor, qué está bien o mal… todo eso, que es fundamental en la vida de los humanos, nos lo dictaba la religión. Luego vino la aplicación a gran escala del método científico y desmontamos en pocas décadas siglos de verdades reveladas. El inconveniente es que nos quedamos sin cobijo existencial y sin normas claras.

¿Y?
El nuevo ciudadano activo que está emergiendo necesita hacerse las preguntas y encontrar respuestas a cómo vive y cómo trata a los demás. Esto es tan vital que me sorprende cada día que podamos vivir de espaldas a ello, que diseñemos políticas o ciudades sin tenerlo en cuenta. Sin embargo, vivimos en una sociedad cada vez más diversa y empática que tiene que ser capaz de reconciliar muchos principios morales complejos y a veces contradictorios.

¿Qué podemos hacer nosotros, las personas de a pie?
Se necesitan ciudadanos educados también en este sentido, ciudadanos que viajen, que conozcan los mecanismos internos que nos llevan a excluir y a dañar a los demás, que desarrollen su inteligencia y su auto-control, que sigan ampliando los círculos de empatía para proteger a más seres vivos, que sepan lo que es la banalidad del mal y lo fácil que es caer en ella.

En el último capítulo propones estrategias para ganar energía vital. ¿Cuál es la que más ha utilizado Elsa Punset en el último año?
Cada persona tiene vulnerabilidades en lo emocional y lo mental, igual que las tiene en lo físico. Y además, pasamos por etapas y crisis y así cada vez tienes ocasión de trabajar algo en concreto, aunque al principio moleste (risas). Pero si me preguntas por el último año en concreto, te diría que he vivido un proceso acelerado de orfandad porque he perdido a personas importantes para mí. El psiquiatra Boris Cyrulnik lo llama “maravillosas desgracias”, porque si las asimilas y superas, te vuelves más fuerte. ¡Pero cuesta asimilar las pérdidas!

Lo suscribo…
Curiosamente, una de las estrategias que más he utilizado ha sido el impacto de lo físico en el bienestar mental,  así me he vuelto bastante más disciplinada con el ejercicio físico. ¡Le sienta bien al cerebro y a las emociones! Tenemos datos muy contundentes en ese sentido, pero además la experiencia personal lo demuestra sin duda alguna.

¿Por qué un libro sobre inteligencia social ahora?¿Cuál es el ‘mensaje base’ que te gustaría que calara en los lectores en este momento de crisis generalizada?
‘Hoy en día, podemos tener el mundo en nuestras manos’. Estamos recuperando poder de decisión. Se acabó el tiempo de los ciudadanos pasivos: dependencias, jerarquías inamovibles, grupos cerrados, información reservada… Para ello, hay que comprender y entrenar las habilidades necesarias del ciudadano activo.

¿Que son…?
Son dos. Una: entrena tu mente. Vivimos de espaldas a nuestra mente- es nuestra cenicienta en este arranque del siglo XXI. No la entrenamos, no atendemos sus necesidades…  ¿Cómo lo hacemos? Una de las principales cualidades de nuestra mente es  la flexibilidad. Pero el cerebro solo es flexible exactamente igual que el cuerpo: si lo entrenas. Estamos aprendiendo a entrenar la mente como aprendimos a entrenar el cuerpo hace unas décadas…  Por ello este libro es proactivo: incluye una sección  para potenciar tu energía física y mental, porque ambos son interdependientes. Y entrenamientos y manos a la obra en cada capítulo, que puedes incorporar de forma natural a tu vida diaria. ¿Cuánto ejercicio vital has hecho hoy? ¿Qué has aprendido, desaprendido, creado, imaginado, qué habilidad has fortalecido, qué comportamiento has ensayado? Si haces siempre lo mismo, nada cambia.

¿Y la segunda?
Recupera tu capacidad de decidir. Toma las riendas de tus decisiones morales, económicas y sociales. Esto implica recuperar derechos y responsabilidades. Para ello, comprender y entrenar qué nos hace felices e infelices, qué nos enferma, cómo tomamos decisiones, lo que nos une y nos separa. ¿Lo comprendes, o te dejas llevar? ¡Toma tu vida en mano!

‘Tu vida es tu mensaje’ recuerdas que dijo Gandhi. Hoy por hoy, ¿qué crees puede leerse en el rastro de tu existencia?
Uff… quisiera contribuir con luz y con ternura… Las necesitamos tanto como el aire o el agua para sobrevivir. Hace falta volver a equilibrar la balanza entre lo que necesitamos para sobrevivir físicamente, y lo que reclama la mente creativa y apasionada, pero vulnerable, de los humanos.

2 Responses to Con Elsa Punset

  1. Pingback: La Mirada de Elsa » Entrevista a Elsa Punset en El Hedonista

  2. César dijo:

    Me gusta.

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