John Martin Sahayananda y la búsqueda
La visión espiritual de este monje benedictino indio se detiene en la libertad del ser humano, su originalidad y creatividad.
“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne
En un café
Cuando se pide asistencia de urgencia a Cruz Roja, una ambulancia acude al punto crítico trasladando al propio conductor, a un jefe de dotación y a un técnico de emergencias. Miguel Ángel Rubio puede ser uno de los dos últimos. Lleva tres años como voluntario en esta organización –“como profesional no remunerado porque somos profesionales con una formación específica”- y ejerce en la Cuenca Alta del Manzanares (Madrid). Además de técnico de emergencias interviene como formador de adultos y jóvenes, y forma parte del equipo de respuesta urgente de telecomunicaciones (los equipos que pueden desplazarse ante un desastre, como los ocurridos en Haití o Filipinas).
Si ejerce como formador de jóvenes va a los colegios a hablarles de valores, cooperación y derechos humanos. En otras ocasiones su público lo forman adultos a los que imparte cursos de primeros auxilios. Pero además, Miguel Ángel saca partido a sus estudios de Ingeniería Informática en pequeñas ONG de acción internacional. Ha formado parte de programas de voluntariado en Kenia y El Salvador, diseñando redes de comunicaciones on-line. En breve espera formar parte de otro proyecto similar en Perú. Lo curioso de su caso es que unos tres años antes ocupaba un puesto de responsabilidad en un gran grupo mediático y se le dibujaba un futuro económico soberbio pero dió carpetazo a esa vida porque…
Tu proceso de voluntariado es un tanto atípico ¿no?
(Se ríe) Un poco. Muchos suelen empezar cuando son estudiantes, pero mi voluntariado no se podría entender sin mi experiencia profesional anterior.
¿Por?
Porque después de haber trabajado durante más de 10 años en dos grandes grupos editoriales de este país -en su desarrollo digital- necesitaba romper con esas experiencias. Fue un encuentro brutal con las empresas destroza vocaciones (porque sabes que existen ¿no?), que además te absorben la vida, en este caso porque el mundo del periodismo e internet no cierra nunca.
¿Qué es eso de las empresas destroza vocaciones?
En la empresa privada, y sobre todo a alto nivel, está completamente autorizado el comportamiento desprovisto de humanidad. En el sistema empresarial español no prima el rédito que tienen las personas por su formación o su capacidad de esfuerzo. Se admite sin pudor que una persona pise a sus compañeros para alcanzar mayor remuneración o responsabilidad. Y como no comparto ese modo de actuar pues me salí del juego.
¿Cómo se sale uno de eso?
Pues diciendo adiós. Ganaba mucho dinero y tenía plaza de garaje y tarjeta de empresa de no sé qué… todas esas señas de identidad que te destacan sobre tus compañeros y te señalan como alguien de arriba… Pero dije adiós, me hice voluntario de Cruz Roja y pasé una temporada en Kenia y otra en El Salvador desarrollando entornos informáticos. Ha sido un proceso muy enriquecedor. Lo malo es que al volver a España esas experiencias se alejan… y yo no me quiero domesticar de nuevo. ¡Menos mal que existe Cruz Roja! (sonríe)
¿Domesticar de nuevo?
Haber vivido en sitios donde las necesidades son verdaderas te hace mucho más consciente de cuáles son las verdaderas necesidades. Y eso sirve también para España, un territorio más desarrollado económicamente aunque con más carencias emocionales. Por eso cuando pasas cierto tiempo aquí vuelves a domesticarte es decir vuelves a preocuparte por el futuro, por la incertidumbre… Si no estás alerta, vuelves a caer en esas mismas cosas.
¿Crees que antes estabas domesticado?
Yo también entré en eso de “tienes que estudiar en la universidad, trabajar en aquello que has estudiado, buscar una buena empresa…” y no tener tiempo para nada más. Y también entré en tener un coche para la ciudad y otro para viajes largos y dos garajes; en salir a cenar los fines de semana a no sé qué restaurante o en subir a escalar o a bucear o a esquiar… Y si un día estaba deprimido entraba en una tienda y me compraba una chaqueta italiana de lana de 275 euros, como recuerdo perfectamente que hice una vez.
Bueno, lo que cuentas creo que pertenece a la vida muchas personas…
Pero cuando te das cuenta de que estás en una rueda y tienes la suerte de no tener una hipoteca o personas a tu cargo, puedes elegir prescindir de todo eso de un modo más sencillo. Puedes escuchar esa idea que te ronda en la cabeza, aunque aún sin fuerza, que afirma que esa vida no te gusta…
Y un buen día dejas todo…
Cuando te vale comerte tanto unas gambas como un bocadillo de queso tienes mucho ganado. En Kenia yo desayunaba, comía y cenaba arroz y era muy feliz… y esa felicidad –que no depende de lo que como o tengo- es la que quiero intentar seguir construyendo. Pero a veces se me olvida porque yo también he sido educado en la seguridad. Hasta que empecé a tener esta epifanía particular sobre cómo quiero vivir, me dedicaba a vivir proyectándome hacia el futuro sin disfrutar el presente.
Vivir en el presente no es nada sencillo
Pero yo no sabía que me estaba perdiendo la vida. Recuerdo un día en el que llegué a casa del trabajo como a las 9 de la noche, fui a la nevera a coger una chocolatina que me gusta mucho y me tumbé en el sofá. Entonces sonó el móvil para reclamarme con un problema urgente de trabajo. Cuando acabé de hablar me di cuenta de que el envoltorio del chocolate estaba sobre la mesa pero yo no me había dado ni cuenta de que me había comido la chocolatina.
Ya…
La vida está aquí y ahora. Siendo técnico de Cruz Roja aún tengo más claro que en cualquier momento puede suceder algo y…
Eso que comentas es un ejemplo de cómo la muerte puede hablarnos de la vida.
En Cruz Roja he tenido que hacer resucitación cardiopulmonar y cada día que ejerzo mis ocho horas de servicio voluntario puedo tener la vida de una persona en mis manos. Fíjate, sobre todo el conductor debe tener mucha pericia porque en un caso de traumatismo craneoencefálico o con presión intercraneal alta, si da un frenazo fuerte puede tener consecuencias fatales. Y el conductor tiene que poseer todo ese conocimiento.
¿Y qué tal con los chavales en los institutos?
Estupendo, siempre es una experiencia enriquecedora y más desde que tenemos a mano ejemplos de su mundo, como el Atlético de Madrid.
No te sigo.
Ahora el Atlético de Madrid –de fútbol- es un equipo en el que todos trabajan por un mismo objetivo, nadie intenta destacar de modo exagerado sobre el resto y no tienen un gran presupuesto. En la pasada temporada le llegaron a llamar el equipo solidario y así consiguieron ganar la liga.
¿Y funciona?
¡Funciona! Los chavales interactúan rápidamente con esa idea levantando la mano porque es un tema que les toca. Así que aprovechamos ejemplos como ese para intentar hacerles conscientes de que el trabajo en equipo y el esfuerzo personal son recursos importantes… y que el dinero no lo es todo.
¡Tu ejemplificas eso muy bien!
Bueno yo sólo voy a poder vivir así un tiempo limitado. Pero necesitaba algo así después de haber comprobado que en las grandes empresas abundan los comportamientos desprovistos de valores, principios y humanidad. Tal y como está montado el sistema de trabajo hace que las personas se deshumanicen y bloqueen los buenos sentimientos. Pero fíjate, estudiando al respecto he encontrado que estas personas no extienden este tipo de comportamientos al mundo de fuera de la empresa, al de su familia o amigos. Es algo enfermizo.
Es posible que haya personas que al leerte crean que exageras un poco
En la última conversación que tuve con mi jefe antes de despedirme, le intenté transmitir el pesar de todo el equipo que yo dirigía porque no se respetaban sus horarios de trabajo y se les exigía dar su teléfono particular y estar siempre disponibles. Como yo apoyaba a mi equipo, le pedí que mejorase la situación pero la respuesta que me dio mi jefe fue “esto es lo que hay y si no quieren trabajar así mañana mismo están en la calle y contrato a otras siete personas sin problema”. No les veía como personas si no como carne de trabajo porque además existía con ellos una relación de proveedores, con lo que no se rompía ningún contrato de trabajo.
¿Y eso no lo ves en Cruz Roja?
Quiero distinguir la gran organización de mi pequeño grupo de referencia. En la asamblea de la Cuenca Alta del Manzanares no he visto nunca un comportamiento egoísta. Mis compañeros no están mirando las horas que dedican y no se pasan el día protestando ¡están contentos! Entre ellos hay personas remuneradas –de unos mil euros no creas que más- y otras no, pero eso no cambia su actitud, empezando por la directora. Yo ahora comparto mi tiempo con gente que tiene una forma de entender la vida similar a la mía y que han elegido una ocupación que les cuadra y les llena.
Suena a proceso casi terapéutico…
Algo de eso hay (sonríe). Quizás más que ser voluntario soy egoísta porque estoy recibiendo satisfacción todos los días ayudando a las personas. A veces pienso a que gracias a que me quemé, entré en Cruz Roja y he vuelto a contactar con el ser humano profundamente.
Muchas gracias Miguel Angel, estoy feliz de ver que hay personas que llaman a las cosas por su nombre y que han sido capaces de dar un golpe de timón de este calibre a sus vidas. Mil gracias,
Fantástica entrevista. Muchas gracias por ofrecernos la frescura de estas reflexiones. Seguid así.