John Martin Sahayananda y la búsqueda
La visión espiritual de este monje benedictino indio se detiene en la libertad del ser humano, su originalidad y creatividad.
“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne
En un café
Santiago López García nos recibe en el Instituto Franklin donde ha venido a participar en un congreso internacional. Acaba de llegar de Salamanca, ciudad en la que vive, se transporta en bicicleta y trabaja como profesor de Historia Económica en la Facultad de Economía. Interesado en la docencia –“hay chavales que tienen un brillo en los ojos que los profesores no podemos desdeñar”-, el cambio tecnológico moderno y el desarrollo social transmite una curiosa mezcla de sagacidad y sosiego. Una mirada aventajada sobre el mundo que le acompaña desde su juventud cuando, allá por los 80, buscando a un profesor que le dirigiera una tesis doctoral sobre los inicios de la informática y la ofimática en el sistema español tuvo que escuchar “olvida ese tema porque no da para una tesis. Los ordenadores son una anécdota”. Pero la hizo y utilizando el PC de IBM matrícula 680 “de una primera tirada de 5.000 en todo el mundo”. Y eso es lo que sigue aportando hoy en su campo de trabajo: una perspectiva novedosa y sorprendente sobre nuestro pasado, presente y futuro.
Cuando el fotógrafo Álex Río nos envió sus fotos a la redacción, nos llegaron con una nota: “Quería mandaros alguna más en la que estuviera más serio, como los profesores de universidad, pero es que así fue la sesión, tal y como se ve”. Y así es Santiago: accesible, cooperador y un magnífico divulgador de las ideas que sustentan las diferentes escuelas económicas aunque él tiene sus preferencias. “La economía evolutiva surgió en el mundo anglosajón en los años 80 porque algunos economistas se dieron cuenta de que la economía se tenía que explicar desde nuestras bases biológicas. Y así lo creo yo porque la evolución técnica, que nos ha permitido evolucionar desde la prehistoria, se comporta como lo hace una mutación en la naturaleza”.
Hace unas semanas te oí hablar del informe de Gallup sobre el bienestar laboral y no daba crédito…
Sí, los resultados del State of the Global Wokplace son realmente sorprendentes. Según este estudio realizado entre 25 millones de trabajadores de 142 países sólo un 13% de los trabajadores se siente comprometido con su empresa u organización, un 63% no se siente comprometido con la actividad que realiza y un 24% está activamente no comprometido.
¿?
Es que a la hora de realizar un trabajo no podemos obviar la dignidad de la persona ni eludir la importancia que juega la existencia de una tarea común a llevar a cabo. Hay experimentos en la llamada economía conductual (economía que toma de la psicología y la biología criterios para analizar el comportamiento humano ante decisiones económicas) que nos indican que tan importante como los incentivos económicos son los de transmitir confianza en que se está sacando una tarea en común.
Yo encantada pero ¿hablamos de economía o de otra cosa ?
De una economía que no aparece en los manuales, por eso, para trasladar esta noción a la economía tradicional hablamos de la aversión al trabajo mal hecho. Y aún así resulta difícil para un economista captarlo. Porque algo que no le es fácil encajar es que ante la disyuntiva ‘ocio o trabajo’ o ‘trabajo al mínimo esfuerzo por la misma remuneración’ alguien elija dedicar el tiempo y el esfuerzo que exige el trabajo bien hecho, que es mayor.
¿A dónde llegamos con esto?
Mira, te voy a leer un texto que anticipa cómo entender la Humanidad: “…así acontece con la propia conservación, con la propagación de las especies, con las grandes finalidades que, al parecer, se ha propuesto la Naturaleza al formar todas las especies animales. Los hombres están dotados de un deseo hacia esos fines y de la aversión por lo contrario, de un amor a la vida y de un temor a la muerte, de un deseo por la continuación y una perpetuación de la especie y una aversión por la idea de su total extinción. Pero aún así dotados de este muy fuerte deseo por ver la realización de tales fines, no les han sido confiados a los lentos e inseguros juicios de nuestra razón el descubrir los medios adecuados para conseguirlo. La Naturaleza en casi la totalidad de estos casos [en los que hay que tomar decisiones] nos ha dotado con instintos primarios e inmediatos”. ¿Quién dirías que lo firma?
Puedo meter la pata pero parece que tiene algunos puntos de conexión con Darwin ¿no?
Pues no, eso parece, pero en realidad es del padre santo de los economistas: el señor Adam Smith
¿El del laissez faire y la mano invisible que autorregula los mercados?
Así es. Curioso ¿no? Lo escribió antes que La riqueza de las naciones pero yo no puedo evitar invitar a los economistas a que lean estas cosas. Adam Smith decía que la aversión a que desaparezcamos todos como especie está por encima de la unión de intereses egoístas propios.
Pero eso no parece que es lo que nos mueve ¿no?
A mí me gusta comparar a la gente que hace bien su trabajo y tiene aversión al mal hecho con las abejas. Pero entre nosotros también hay quienes son como los cucos, los pájaros que colocan sus huevos en otros nidos para que se los críen. En nuestras poblaciones están los dos e incluso nosotros no somos abejas o cucos todo el tiempo.
¿Y cómo se hacen compatibles?
Ahí está la clave porque la relación es muy complicada. Las abejas que trabajan con aversión al trabajo mal hecho no quieren tener como vecinos a los cucos pero, como decíamos al principio, la proporción actual es del 13%-63%. El gran problema de este desproporción es que algunos de los que eluden la tarea en común, tienen muy relajada ‘la aversión por la idea de su total extinción’. Porque si no hacemos las cosas bien y en común no salen adelante. Y si no salen adelante no sólo nos ponemos en riesgo a nosotros mismos sino al conjunto de la población, a nuestra comunidad, nuestra empresa, nuestra asociación… Hablamos de la eusocialidad de los humanos.
¿Eusocialidad?
Sí tenemos división del trabajo, conciencia de que hay que cuidar y ocuparse del nido (la aldea, la polis, el país, el planeta…) y una ayuda mutua intergeneracional y también horizontal.
Y todo esto ¿cómo casa con eso llamado economía biológica?
Mira vamos a hablar de la Cueva de la Frontera que está entre Namibia y Sudáfrica. Allí han encontrado restos de herramientas que datan de los años 40.000-70.000 a.d.C y algunas de ellas coinciden con las que aún se utilizan hoy en los poblados San, un pueblo de Sudáfrica.
¿Y?
Hay interesantes hipótesis sobre lo que pasó en aquel momento histórico pero a mí me interesa especialmente un aspecto. A unos 1.300 km de la Cueva de la Frontera está la Cueva de Blombos donde también se han encontrado restos de puntas de flecha y otras herramientas. ¡Pero esta cultura falló mientras que la de la Cueva de la Frontera no! Porque aquí estamos nosotros… los descendientes de aquéllos. En los 40.000-70.000 a.d.C. pasamos por situaciones muy complicadas, colapsos…y se cree que hubo momentos en los que la población no pasaba de 10.000 individuos o menos. Pero éstos sobrevivieron y da la casualidad de que compartían un grupo de características humanas específicas pero, para no extenderme, yo sólo voy a centrarme en una.
¿Qué es…?
La aversión al trabajo mal hecho. Sobrevivieron los que tenían aversión al trabajo mal hecho porque es algo fundamental para nosotros como especie. Cada día tenemos que elegir el trabajo bien hecho, el trabajo digno y compartido por un nido común.
De eso habla también la economía evolutiva ¿no?
Ésta es una rama heterodoxa de la economía que supongo que obtendrá el reconocimiento del Premio Nobel hacia el 2035 (sonríe). Para entenderla hay que partir del principio de coherencia en la explicación de la ciencia. Tú no puedes entender la química sin la física y tampoco puedes entender la biología sin la química. Por eso desde la economía evolutiva sostenemos que los humanos y su sociedad son hechos que deben explicarse partiendo del ámbito de la biología. Tú no puedes entender la economía sin la biología.
… Nunca había pensado sobre ello
Es que de lo contrario puedes hacer brillantes teorías pero equivocarte de especie. Como dice O. Wilson al referirse al marxismo, del que piensa que explica mejor el mundo de algunas especies de hormigas que el de las sociedades humanas. La economía que ofrecemos hoy en las facultades sigue teniendo algo de este problema pues explicamos nuestro comportamiento como si no fuéramos una especie, sino un pueblo elegido por un Dios que nos pone como referente al que debemos parecernos a otra especie a la que no hemos visto: los ángeles. Puestas así las cosas, y mientras en nuestras facultades no se explique biología, yo prefiero enseñar a mis estudiantes empezando con la siguiente frase: “pesemos que buena parte de la sociedad está formada por diablillos de afilados colmillos que se han escapado del infierno… ¿os gustaría ser uno de ellos?”
Postdata: dos lecturas recomendadas por el profesor:
. “En 2007 Diane Coyle, de la Universidad de Harvard y Vicepresidenta de la BBC, escribió un libro estupendo para responder a esta pregunta: ¿De qué asuntos y por qué se ocupan los economistas? (The Soulful science: what economists really do and why it matters). De la economía se dice que es la ciencia que se ocupa de la utilización eficiente de los recursos escasos y, además, siempre hay que sumar a ello que dicha utilización se ha de hacer tomando decisiones entre la eficiencia (el mejor se lo queda) y la equidad (aunque uno sea el mejor no es bueno que se quede con más del 60% de cualquier cosa). La equidad es lo que da la conciencia, el alma, a la economía. Por eso la desigualdad es el asunto recurrente en la economía cuando estamos en fases de crisis”.
. “En el libro Los que tienen y los que no tienen. Una breve y singular historia sobre la desigualdad global de Branko Milanovic (Alianza Editorial) se explica como la renta de las personas está determinada en un 60% por el país de nacimiento, un 20% por el nivel de renta de sus padres y un sólo un 20% por factores personales, entre los cuales el más relevante es haber tenido ‘toques cariñosos’ por parte de los miembros de las diferentes comunidades en las que vamos entrando (colegio, pandilla, barrio, instituto, familia etc.) Algo en lo que también trabajan Richard H. Thaler y Cass R. Sunstein en su libro Un pequeño empujón (Nudge): El impulso que necesitas para tomar las mejores decisiones sobre salud, dinero y felicidad (ed. Taurus).
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