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“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”. Michel de Montaigne


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Con Paloma Rosado

Es una periodista infatigable y ahora una escritora sagaz. Su inteligencia, que es mucha, la pone siempre al servicio de los demás. Y, con orgullo de que así sea, es sobre todo amiga.

Se llama Paloma Rosado, es periodista y escritora. Valentía, compromiso y optimismo son sustantivos entre los que se mueve como pez en el agua porque forman parte de su manera de entender el mundo y de vivir en armonía.

‘La Revolución de la Fraternidad’, su primer libro, llega, precisamente ahora, para invitarnos a reflexionar; una llamada de atención sobre lo pequeño, lo cercano y lo posible como arma única frente a sistemas caducos; lo del aleteo del ala de una mariposa, ya sabéis.

Paloma inaugura esta sección como escritora y desde ahora, ya como periodista, se hace cargo de ella.

– Vayamos al grano. El sentido de la vida es…
Sin duda, ser felices

– Y eso significa…
Vivir movidos por la fraternidad, la empatía, la compasión… el amor. No dar más de 12 horas de tregua a un corazón de piedra.

– ¿Un corazón de piedra?
Sí, el que es ajeno a la alegría y a la tristeza de los demás. Es muy peligroso.

– Pero hay tristezas y castigos merecidos.
Yo creo que cuando alguien atenta contra la dignidad del ser humano hay que impedirlo. La cárcel es un camino, pero creo que lo ideal sería intentar promover nuevas conexiones neuronales que le invitaran a “salir del lado oscuro”. Aunque todos obtenemos mayor grado de bienestar en las relaciones cooperadoras que en las competitivas, aún no lo tenemos suficientemente claro. La ciencia se ocupará de mostrarnos las pruebas, vamos ya lo está haciendo.

– ¿Ah sí? ¿Cómo?
Pues difundiendo lo constatado en el laboratorio de Martin Seligman, Daniel Gibert o Richard Davidson. Desde la década de 1980 las técnicas de neuroimagen nos están demostrando que determinadas zonas cerebrales relacionadas con las emociones positivas se activan ante estímulos altruistas.

– Pero si los que nos gobiernan no se enteran de todo esto es difícil que algo de nuestro mundo cambie.
Ya se están enterando, Miguel. El 2 de abril de 2012 la ONU organizó un “debate de alto nivel sobre la felicidad y el bienestar” y allí estaban la presidenta de Costa Rica, el príncipe de Gales (Reino Unido lleva desde 2008 investigando al respecto), el Nobel de Economía Joseph Stiglitz… Y todos oyeron cómo se recomendaba que el Producto Interior Bruto fuese gradualmente sustituido por el Índice de Felicidad Interior Bruta, algo que ya llevó a cabo el Gobierno de Bután –promotor de esta cita- en 1970.

– ¿La felicidad de los habitantes de un país será el indicador de progreso del futuro?
¡Eso es! Eso es lo que ya mide el Happy Planet Index. Y en él Costa Rica ocupa el nº 1, seguido de Vietnam. España está en el puesto 62 y Estados Unidos el 105. Porque es importante dar una larga y buena vida a los habitantes del presente ¡y también garantizar los recursos para las próximas generaciones!

– ¡Vaya! eso suena difícil…
Dependiendo de lo que dinamice nuestra existencia. Mira, en el libro propongo tres impulsores de nuestra felicidad. El primero consiste en practicar más la capacidad neuronal de desaprender; desaprender todo aquello que nos hace daño, limita o retiene. La segunda pasa por estimular equilibradamente los dos hemisferios cerebrales y no sólo uno. Ejercitar la capacidad analítica y secuencial del izquierdo y también la intuición y visión global en la que el derecho está más especializado (¡a este respecto recomiendo ver el vídeo de Jill Bolte en TED!).

– ¿Y la tercera…?
Ésta es mi favorita: recordar uno y otro día que somos seres mortales. Porque como apunta el profesor de la Herrán, una sociedad que vive de espaldas a la muerte no puede valorar la vida. Y a la inversa claro.

– ¡Buf!
De verdad. Debemos enseñar a los niños a relacionarse con la muerte de modo más natural y debemos aprender a tenerla más presente cada día. Desde esa óptica se obtiene una mirada más inteligente sobre la realidad. Y esa es la que va a hacer posible la revolución de la fraternidad. Una revolución pacífica pero rotunda. Aunque sea con más de 200 años de retraso, ha llegado el momento de la gran olvidada del lema ‘libertad, igualdad y fraternidad’.

– Y ¿por qué ahora?
Porque como recordaba José Luis Sampedro, con la libertad ya se han hecho ensayos más o menos afortunados como la democracia; en nombre de la igualdad se ensayó el comunismo pero… ¿qué hemos hecho con la fraternidad? Poco e imperfecto en las comunidades espirituales y religiosas. Pues ahora le ha tocado su turno, gracias a que las neurociencias van a ir divulgando más y más pruebas de que el ser humano encuentra su felicidad en la fraternidad. Eso es lo que andamos buscando sin saberlo. ¡Estamos de enhorabuena!

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